Este pequeño documento relata "la primera aflicción en recaer sobre un discípulo del Báb desde que declarase Su misión". Este acaeció sobre Mullá 'Alíy-i-Bastámí, una de Las Letras del Viviente.
Espero que les guste.
El Báb convocó a Su presencia a Mullá 'Alíy-i-Bastámí, dedicándole palabras de ánimo y amoroso afecto. Le instruyó para que se dirigiera directamente a Najaf y Karbilá; aludió a las severas pruebas y aflicciones que le acaecerían, y le instó a que fuera constante hasta el fin. "Vuestra fe", le dijo, "debe ser inamovible como una roca, debe sortear toda tormenta y sobrevivir a cualquier calamidad. No consintáis que os aflijan u os desvíen de vuestra meta ni las denuncias de los necios ni las calumnias del clero. Habéis sido llamados a participar del festín celestial dispuesto para vos en el Reino inmortal. Sois el primero en abandonar la Casa de Dios y en sufrir por amor a Él. Si fuerais sacrificado en Su sendero, recordad que grande en verdad será vuestra recompensa y apreciable el regalo que os será conferido". Apenas habían sido pronunciadas estas palabras cuando Mullá 'Alí, puesto en pie, emprendió su misión. Hallándose muy cerca de Shíráz, le dio alcance un joven quien, abalanzándose sobre él todo excitado le pidió que le permitiera tener unas palabras. Su nombre era 'Abdu'l-Vahháb. "Os ruego", le encareció a Mullá 'Alí entre sollozos, "que me permitáis que os acompañe en vuestro camino. Las perplejidades oprimen mi corazón; os suplico que guiéis mis pasos por el camino de la Verdad. Ayer noche oí en sueños que el pregonero anunciaba por las calles del mercado de Shíráz la aparición del Imám 'Alí, el Comandante de los Fieles. Llamó a la multitud diciendo: 'Id a buscarle. Ved que está salvando del fuego las concesiones de libertad para distribuirlas entre las gentes. Apresuraos hacia él, pues quienquiera que las reciba de sus manos verá condonada su pena, y quienquiera que no las tenga quedará privado de las bendiciones del Paraíso'. Tan pronto como escuché la voz del pregonero, me alcé y, abandonando mi tienda, crucé la calle del mercado Vakíl hasta el lugar donde mis ojos repararon en vos, que de pie distribuíais aquellas mismas licencias entre las gentes. A cualquiera que se aproximaba para recibirlas de vuestras manos, vos le susurrabais al oído unas pocas palabras que al instante le hacían huir despavorido y exclamar: '¡La desgracia sea sobre mí, pues he sido privado de las bendiciones de 'Alí y su estirpe! ¡Ah, pobre de mí, pues me cuento ahora entre los caídos y proscritos!' Tras despertarme del sueño, inmerso en un océano de pensamientos, acudí a la tienda. Súbitamente os vi pasar, acompañado de un hombre tocado con turbante y que conversaba con vos. Impulsado por un poder que no podía refrenar, raudo me levanté del asiento para daros alcance. Para total aturdimiento mío os hallé de pie, en el mismo sitio que había presenciado en sueños, ocupado en recitar tradiciones y versículos. Me hice a un lado y desde lejos continúe observando sin ser visto, en ningún momento, por vos o por vuestro amigo. Escuché que el hombre con el que platicabais protestaba con vehemencia: '¡Es más fácil que yo sea devorado por las llamas del infierno antes que reconocer la verdad de vuestras palabras, el peso de las cuales ni siquiera las montañas son capaces de sostener!' A este rechazo despectivo devolvisteis la siguiente respuesta: 'Aunque todo el universo repudiase Su verdad, nunca empañaría la pureza inmaculada de Su túnica de grandeza'. Saliendo de allí, os dirigisteis hacia el portal de Kázirán. Continué siguiéndoos hasta dar con vos en este lugar". Mullá 'Alí intentó apaciguar su turbado corazón y persuadirle de que regresara a la tienda para reemprender sus tareas diarias. "Vuestra compañía a mi lado", le instó, "ha de acarrearme problemas. Volved a Shíráz y quedad tranquilo, pues sois contado entre el pueblo de la salvación. Lejos de la justicia de Dios el retirar de un buscador tan ardiente y devoto la copa de Su gracia, o privar a un alma tan sedienta del ondeante océano de Su Revelación". De nada sirvieron las palabras de Mullá 'Alí. Cuanto mayor era su insistencia en que 'Abdu'l-Vahháb regresara, tanto mayores eran sus lamentos y sollozos. Mullá 'Alí al final se vio obligado a doblegarse a sus deseos, resignándose a la voluntad de Dios. Repetidas veces ha podido escuchársele a Hájí 'Abdu'l- Majíd, el padre de 'Abdu'l-Vahháb, el relato de esta historia con los ojos bañados en lágrimas: "¡Cuán hondamente lamento el acto que perpetré! Rogad a Dios que me conceda la remisión de mi pecado. Era yo uno de los favorecidos en la corte de los hijos del Farmán-Farmá, el gobernador de la provincia de Fárs. Era tal mi condición que nadie osaba contradecirme o hacerme daño. Nadie ponía en duda mi autoridad o se aventuraba a interferir en mi libertad. Nada más enterarme de oídas de que mi hijo 'Abdu'l-Vahháb había dejado la tienda para abandonar la ciudad, salí derecho al portal de Kázirán para llegar donde él. Blandiendo un bastón con el que me proponía darle una paliza, pregunté por el camino que había seguido. Se me dijo que un hombre tocado con un turbante acababa de cruzar la calle y que mi hijo había sido visto tras él. Al parecer, se habían puesto de acuerdo para salir juntos de la ciudad, lo cual provocó mi ira e indignación. ¿Cómo podría yo tolerar –pensé para mí– un comportamiento tan impropio por parte de mi hijo, disfrutando yo de un puesto tan privilegiado en la corte de los hijos del Farmán-Farmá? Creía que nada que no fuera un severo castigo podría limpiar los efectos del desgraciado proceder de mi hijo. "Proseguí la búsqueda hasta dar con ellos. Presa de una furia salvaje, infligí sobre Mullá 'Alí heridas inenarrables. Mas a los golpes que descargaba sobre su persona, él, con extraordinaria serenidad, dio esta respuesta: 'Detened vuestra mano, oh 'Abdu'l-Majíd, pues el ojo de Dios os observa. A Él tomo por testigo de que en modo alguno soy responsable de la conducta de vuestro hijo. No importan las torturas a que me sometáis, pues estoy preparado para las más penosas aflicciones en el sendero que he escogido seguir. Vuestras heridas, comparadas con lo que me depara el futuro, no son sino una gota frente al océano. En verdad os digo, sobreviviréis a mi muerte, y llegaréis a reconocer mi inocencia. Grande entonces será vuestro remordimiento y profundo vuestro pesar'. Mofándome de sus observaciones y haciendo oídos sordos a su llamamiento, seguí golpeándole hasta que caí exhausto. Aguantó con heroico silencio el inmerecido castigo que le propiné. Finalmente ordené a mi hijo que me siguiera, y dejé a Mullá 'Alí librado a su suerte". "De vuelta a Shíráz, mi hijo me relató el sueño que había tenido. Gradualmente un sentimiento de profunda pena se apoderó de mí. La inocencia intachable de Mullá 'Alí quedaba patente ante mis ojos, y el recuerdo de la crueldad a que le había sometido continuó perviviendo en mi alma largo tiempo. Todavía duraba la amargura de mi corazón cuando me vi obligado a mudar de residencia de Shíráz a Bagdad. De Bagdad volvía a trasladarme a Kázimayn, en donde 'Abdu'l-Vahháb estableció su negocio. En su joven rostro se fraguaba un extraño misterio. Parecía ocultarme un secreto que había transformado su vida. Y cuando, en 1267 dH
viajó Bahá'u'lláh a Iraq y visitó Kázimayn, 'Abdu'l-Vahháb cayó inmediatamente rendido al conjuro de Su encanto, prometiéndole devoción incondicional. Años después, cuando mi hijo había sufrido ya martirio en Teherán y Bahá'u'lláh estaba exiliado en Bagdad, Él, con infinita amabilidad y misericordia, me despertó del sueño de la negligencia y me enseñó el mensaje del Nuevo Día, limpiando con las aguas del perdón divino la mancha de aquel acto cruel".
Este episodio constituyó la primera aflicción en recaer sobre un discípulo del Báb desde que declarase Su misión.
Este documento ha sido escogido del libro Los Rompedores del Alba, páginas 240 a 244