una preciosa historia que cuenta cómo se compró el terreno para el Mashriqu’l-Adhkár (el Templo de Adoración) de la India.

Una de las historias más conmovedoras que tenemos acerca de los fondos cuenta cómo se compró el terreno para el Mashriqu’l-Adhkár (el Templo de Adoración) de la India. Esta es un ejemplo de cómo la contribución al Fondo Bahá’í ayuda al alma humano progresar.

El Guardián había dado su aprobación para la compra de una porción de tierra en las afueras de Delhi, que estaba compuesta de una gran parcela y cuatro más pequeñas, haciendo un total de cerca de 18 hectáreas.

Esto tuvo lugar en 1953, cuando no había tantos bahá’ís en aquella parte del mundo y la suma de 140.289 rupias necesaria para la compra de cinco parcelas era una cantidad considerable. (alrededor de $US 20.000 dólares)

La Asamblea Espiritual Nacional asignó una porción de esta suma a cada área bajo su jurisdicción, y los miembros decidieron visitar a los amigos de diferentes zonas, explicarles la importancia del Templo y animarles a contribuir a la compra del terreno.

Un día, dos de los miembros de la Asamblea llegaron al modesto restaurante de Ardishír Rustampúr en la Hyderabad. Ardishír había abandonado su pueblo natal en Irán cuando apenas tenía diez años, para buscar fortuna en la India. Aparte de la ropa que llevaba puesto en aquel momento, tenía el equivalente a un dólar en su bolsillo y unos cuantos trozos de pan seco. Llegó a Bombay tras un viaje difícil, y como era zoroastrariano, encontró trabajo en un restaurante de un zoroastrariano de Irán. Trabajó duro y ahorró cada rupia que ganó, soñando con el día en que pudiera tener su propio restaurante. Muchos años después consiguió finalmente, abrir un modesto restaurante en Hyderabad, donde también conoció la Fe Bahá’í.

Ardishír entregó su corazón a Bahá’u’lláh y anhelaba servirle con un entusiasmo tan ferviente como el que había sentido cuando suspiraba tener un negocio propio.

Así que éste era el hombre que los dos miembros de la Asamblea Nacional encontraron en Hyderabad, Ardishír se enteró por ellos de la tierra que había que comprar para el Mashriqu’l-Adhkár y la cantidad de dinero necesaria. Entonces pidió a sus invitados que le esperaran mientras iba a atender un asunto urgente. Cuando volvió, les puso ante ellos todo su capital, en monedas sueltas. Había sacado del banco todo el dinero que había ahorrado durante su vida, además de todo el dinero suelto que había en la caja y que todavía no había contado. La cantidad total fue de 100.190 rupias (más de $14.000 dólares).

Los dos visitantes estaban asombrados por esta extraordinaria respuesta a su petición. Sus discretas indagaciones les revelaron que Ardishír no se había guardado para él ni una sola rupia. “¿Cómo se las arreglará en su negocio?”, le preguntaron. “Este dinero no es mío”, replicó Ardishír. “Bahá’u’lláh me lo dio y yo lo he estado guardando en el depósito. Soy feliz de poder devolvérselo ahora. Si a Él le place, volverá a darme lo que necesito.” Fue inútil discutir con él, pero sus dos amigos le imploraron que se quedara al menos con 190 rupias para sus necesidades inmediatas.

El magnánimo presente de 100.000 rupias pagó el costo total del primer lote de terreno, y el más grande, de las cinco parcelas para el Mashriqu’l-Adhkár. Sólo eran necesarias ahora poco más de 40.000 rupias para las otras cuatro parcelas.

Ardishír había visto la oportunidad de su vida y la había agarrado sin la menor vacilación. Parecía como si hubiera luchado y ahorrado todos estos años para poder dejar a los pies de su Señor un valioso ofrecimiento. Y ésta es la razón por la que el nombre de Ardishír Rustampúr continuará inspirando a todos los que oigan cómo se compró el terreno para el templo de India

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