Hujjat, el mártir del fuerte de Zanján

Hujjat (Mulla Muhammad-‘Aliy-i-Zanjani) nació en 1812 ó 1813. Siendo hijo de unos de los sacerdotes mas notables de Zanján que destacaba por sus conocimientos, piedad y nobleza de carácter. Cuando niño, demostró gran capacidad y su padre se preocupó mucho por su educación. Lo envió a Najaf donde adquirió gran cantidad de conocimientos, llegando a ser una autoridad en las Sagradas Escrituras. Al mismo tiempo, era muy franco, de manera que sus adversarios le temían. Su padre le aconsejó que no regresara a Zanján, puesto que muchos envidiaban su fama y tratarían de causarle problemas. De acuerdo a ello, decidió fijar su residencia en Hatio mamadán, casándose con una pa­rienta; vivió allí durante dos años y medio, y luego regresó Zanján cuando supo del fallecimiento de su padre.

La gente lo recibió con los brazos abiertos, pero su popu­laridad excitó los celos de los sacerdotes, quienes quedaron a la espera del momento oportuno para desacreditarlo. Hujjat, en­tretanto, exhortó a la gente que se contuviera en la búsqueda de la comodidad material, que ejerciera la moderación en sus actos, que suprimiera toda forma de abuso, y los estimuló con su propio comportamiento basado en los preceptos. Enseñó a sus discípulos con tanto cuidado y esmero, que pronto sabían más que los sacerdotes de Zanján. Durante diecisiete años continuó de esta manera hasta que escuchó el llamado de Shí­ráz. Desde el momento en que leyó las Tablas del Báb, lo aceptó como el Prometido. Fue esta aceptación la que alentó a sus enemigos, quienes entonces creyeron que podían derrotarle, por lo que comenzaron a denunciado como hereje ante el Sháh de Persia y sus ministros. Enviaron una petición al Sháh en la que buscaban desacreditar su nombre de cualquier manera que sus taimadas mentes pudieran imaginar. Al Sháh le sorprendió esta petición ya que conocía la capacidad y el conocimiento de Hujjat. Por consiguiente, resolvió convocandole a él y a sus adversarios, a que fuesen a Teherán. En una reunión en la que el Sháh, su Gran Visir y los principales sacerdotes de Tihrán estuvieron presentes, aquél pidió a los sacerdotes de Zanján que probaran sus acusaciones contra Hujjat; y cuando interro­garon a éste, contestó de una manera tan tranquila y convin­cente que a los ojos del Sháh, quedó establecida su inocencia de los cargos que se le imputaban. El Sháh entonces, le pidió que regresara a Zanján y que reanudara sus deberes, asegurán­dole además, la confianza que le inspiraba su integridad.

Hujjat retornó a Zanján, donde fue recibido con aclama­ciones de la gente, aunque desgraciadamente los sacerdotes no cedieron en sus intrigas para provocar su caída.

En aquella época, Hujjat recibió de manos de un mensa­jero, una Tabla dirigida a él por el Báb, en la cual le otorgaba el título de Hujjat y 1o instaba a proclamar la Fe. Tan pronto la leyó, dio por terminado los cursos de estudio a sus discí­pulos y comenzó a enseñar la Fe del Báb. Ese mismo viernes se dirigió a la mezquita, ascendió al púlpito, acción por la que protestó el sumo sacerdote, diciendo que tal privilegio era suyo exclusivamente, siendo ignorado por Hujjat, quien audaz­mente proclamó las enseñanzas del Báb. Ello fue causa de renovados intentos por desacreditarle ante el Sháh. Advirtie­ron al Gran Visir que abandonarían Zanján con sus familias y pertenencias si Hujjat no era alejado. El Gran Visir y el Sháh se sometieron al deseo de los sacerdotes y ordenaron a Hujjat que se dirigiera a Tihrán.

En ese momento el Báb Se hallaba en las vecindades de Tihrán en su viaje a Tabriz. Antes de que Hujjat recibiera el edicto real de partir para Tihrán, ya había despachado su pro­pio mensaje al Báb pidiéndole que permitiera que él 1o res­catara. El Báb rehusó el ofrecimiento diciendo que solo el Todopoderoso podría producir su liberación y agregaba: "En cuanto a tu reunión conmigo pronto se producirá en el más allá, la morada de gloria imperecedera".

Hujjat fue obligado a abandonar Zanján y a trasladarse a Tihrán en compañía del mensajero real. El Báb en camino a Tabriz, pasó obligadamente por Zanján, pero cuando llegó allí, Hujjat ya no estaba, de modo que no se vieron. Pero los compañeros de Hujjat encontraron al Báb y Le rogaron que les permitiera liberarlo de su cautiverio, mas Él Se negó. La lle­gada del Báb a Zanján creó gran agitación, y la gente se agolpa­ba en 1o alto de los techos para verle mejor.

El Báb fue alojado en una posada cuyo dueño lo admiraba. Lo recibió con profunda reverencia y trató de que Se sintiera confortable. El Báb le pidió a su anfitrión que se alejara de Zanján, diciéndole: "Este pueblo será sacudido por un gran tumulto, y correrá sangre por sus calles".


Entretanto, Hujjat era conducido a la presencia del Gran Visir en Tihrán quien lo amonestó por todos los problemas que estaba causando en Zanján. Le dijo que él no podía creer, ni tampoco el .Sháh, que Hujjat había desertado de la Fe del Islám para abrazar las enseñanzas del Siyyid-i-Báb, quien, según el Visir, era muy inferior en conocimiento al mismo Hujjat. "No lo crea", replicó Hujjat, "Dios sabe que si ese mismo Siyyid me fuera a confiar la más mezquina de las tareas en su hogar, lo consideraría un honor que ni los favores más destacados de mi soberano nunca podrían esperar sobrepasar". El Gran Visir se puso furioso pero Hujjat reafirmó: "Es mi convicción firme e inalterable que este Siyyid de Shíráz es Aquel cuyo advenimiento usted mismo con todos los pueblos del mundo, esperan ansiosamente. Él es nuestro Señor, el prometido Salvador".

El Gran Visir dio un informe muy desfavorable sobre Hujjat al Sháh, pero éste insistió en que se le permitiera reivindicar sus creencias en una reunión con los principales sacerdotes de la ciudad. En cada reunión con ellos, pudo con­fundir todos sus argumentos. Cuando, por fin, se dieron cuen­ta de que nunca podrían superado, le pidieron que realizara un milagro para establecer su verdad. "¡Qué mayor milagro", dijo, "que el que Él me haya permitido triunfar, solo y sin ayuda, únicamente mediante el poder de mi argumento, sobre las fuerzas combinadas de todos los sacerdotes eruditos de Tihrán!"

Al Sháh ya no le interesaba la causa de los sacerdotes y se negó a escuchar informes mal intencionados sobre Hujjat. Mas éste era virtualmente un prisionero en Tihrán. No se le permitía ir más allá de los confines de la ciudad, ni tampoco podía tener libre contacto con sus compañeros creyentes. Sus discípulos desde Zanján enviaron una delegación para recibir sus instrucciones sobre la actitud que debían adoptar hacia las leyes y principios de su Fe. Les pidió que obedecieran lealmente todas las admoniciones del Báb en su Tabla dirigida a él; también les hizo notar una serie de observancias, algunas de las cuales divergían de las establecidas tradiciones del Islám. Pero dijo que como el Báb fue el primero en practicar las ob­servancias que imponía a sus seguidores, los creyentes debían seguir su ejemplo.

Los entusiastas creyentes de Zanján inmediatamente aban­donaron sus costumbres y prácticas anteriores y, sin titubeos, se identificaron con la nueva Dispensación.

En el año 1848 falleció Muhammad Sháh y dejó su trono a Násiri'd'Dín Sháh. Sabiendo que ya no había nadie que lo protegiera, Hujjat disfrazado se alejó sigilosamente de Teherán y se unió a su gente en Zanján. Fue recibido con gran entu­siasmo; hombres, mujeres y niños salieron a darle la bienve­nida y a ofrecerle su afecto. El gobernador y los sacerdotes una vez más se sintieron impulsados a demostrar su animosi­dad hacia Hujjat y esperaron la oportunidad de asestar el golpe mortal. Su hostilidad se puso en evidencia a través de un pequeño incidente. Dos niños se pelearon; uno de ellos era hijo de un seguidor de Hujjat; el gobernador aprovechó la oportunidad de vengarse e hizo arrestar a este niño; a pesar de las ofertas de dinero para que 1o liberara, se negó a hacerlo. Hujjat escribió al gobernador que el niño era demasiado joven; si todo castigo debía ser repartido, debería serlo en la persona del padre. Esto no se llevó a cabo pero finalmente un amigo influyente de Hujjat se abrió paso hasta el goberna­dor y lo obligó a poner en libertad al niño. Ello dio comienzo a las dificultades de los creyentes de Zanján. Se ordenó arres­tar a Hujjat 1o que fue desbaratado por sus compañeros, pues­to que dispersaron a quienes debieron llevar a cabo dicho arresto. Esto dio comienzo a la heroica resistencia de la ciudad de Zanján, como las que se dieron en Tabarsí y Nayriz. Durante la resistencia, Hujjat fue herido de gravedad por una bala.

Diecinueve días después que la bala alcanzara a Hujjat, y tras sufrir extremo dolor y fiebre, repentinamente falleció en medio de sus oraciones; era el 8 de enero de 1851. Su muerte fue un golpe terrible para sus amigos, pero la congoja no los incapacitó y continuaron resistiendo. El cuerpo de Hujjat fue ocultado en un lugar cuya ubicación muy pocos conocían siendo al poco tiempo encontrado por sus enemigos, que le sacaron la información a su pequeño hijo de siete años, Husayn, diciéndole que lamentaban todo lo que le había sucedido a su padre y que deseaban darle una satisfacción. Al descubrir el secreto, extrajeron el cuerpo, sometiéndolo durante tres días a execra­bles injurias. A la tercera noche algunos amigos pudieron recuperarlo, y llevarlo a un sitio donde estuviese a salvo.

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