Nabíl-i-Akbar

Cuenta ‘Abdu’l-Bahá que en la ciudad de Najaf había :

“Había en la ciudad de Najaf, entre los discípulos del muy conocido mujtahid Shaykh Murtaḍá, un hombre sin par ni igual. Su nombre era Áqá Muḥammad-i-Qá’iní, y más adelante recibiría de la Manifestación el título de Nabíl-i-Akbar. Esta alma eminente se convirtió en el miembro más destacado del grupo de discípulos del mujtahid. Distinguido entre todos ellos, sólo él recibió el rango de mujtahid, pues el difunto Shaykh Murtaḍá no acostumbraba conferir este título.

Sobresalía no sólo en teología sino en otras ramas del conocimiento, como las humanidades, la filosofía de los Iluminati, las enseñanzas de los místicos y de la Escuela Shaykhí. Era un hombre universal, en sí mismo una prueba convincente. Cuando sus ojos se abrieron a la luz de la guía divina e inhaló las fragancias del Cielo, se convirtió en una llama de Dios. Entonces su corazón dio un vuelco en su interior y, en un éxtasis de alegría y amor, lanzó un rugido cual leviatán de las profundidades” (‘Abdu’l-Bahá. A los que fueron fieles, p. 17)

A decir verdad, Áqá Muḥammad-i-Qá’iní, Nabíl-i-Akbar, también conocido como Fáḍil-i-Qá’iní (el Sabio de Qá’in), era un hombre muy erudito. Se ha llegado a afirmar que nadie dentro de la Fe bahá’í ha superado jamás la profundidad de su erudición. En lo que se refiere a los logros que se requieren de un mujtahid shí‘í, su nivel alcanzado fue extraordinario aunque, como es normal, tenía poco conocimiento de la erudición y la sabiduría occidentales. Por otro lado, Mírzá Abu’l-Faḍl de Gulpáygán estaba bien versado en estudios islámicos y también tenía un conocimiento amplio y global del pensamiento occidental. Esto es sólo un comentario que non tiene por objetivo difamar la eminencia intelectual de Nabíl-i-Akbar, el sabio de Qá’in.

Cuando Áqá Muḥammad de Qá’in terminó de estudiar bajo la guía de Shaykh Murtaḍáy-i-Anṣárí y obtuvo su aprobación y bendición, se mudó de Najaf a Bagdad. Allí, en la ciudad de los Abasíes, alcanzó la presencia de Bahá’u’lláh. Como el propio Áqá Muḥammad ha relatado, Bahá’u’lláh le recibió gentilmente y le preguntó sonriente y de forma informal: “¿No sabes que somos ofensores a ojos del gobierno y hemos sido expulsado? La gente también nos considera bandidos y nos rechaza. Tú eres un erudito, un mujtahid muy respetado. Quienquiera que se reúne y trata con nosotros también se convierte en sospechoso y culpable a ojos del público. ¿Dime, entonces, por qué te has atrevido a venir a nosotros, arriesgándote y despreocupándote de tu propio rango y estatus?” Entonces Bahá’u’lláh invitó muy amablemente a Áqá Muḥammad a ser Su huésped y le dio instrucciones a Mírzá Áqá Ján para que actuara como anfitrión y velara por la comodidad de aquel alumno distinguido de Shaykh Murtaḍá.

Nabíl-i-Akbar nació en un pueblo, Naw-Firist, cercano a Bírjand en el distrito de Qá’in el 29 de marzo de 1829. Venía de una familia de clérigos ilustres y recibió la educación religiosa por lo que fue a Mashhad a estudiar bajo la tutela de los teólogos distinguidos de aquel pueblo. Durante su estancia se interesó por el estudio de la filosofía por lo que viajó a Sabzivár donde impartía clases Ḥájí Mullá Hádí, el filósofo persa más ilustre del siglo diecinueve. Tras cinco años de estudio, Nabíl se dirigió a las Tumbas Sagradas de Najaf y Karbilá para completar su educación. Corría el año 1852 cuando Nabíl entró en Teherán y las persecuciones de los bábíes posteriores al atentado contra la vida del Sháh estaban en su punto más álgido. Una serie de personas malintencionadas consiguieron que confundieran a Nabíl con un bábí y le arrestaran. Aunque demostró su inocencia y fue liberado, este hecho le hizo pensar y, más tarde, cuando tuvo la oportunidad, estudió los escritos del Báb y se convirtió en un creyente.

En Iraq, Nabíl asistió a las clases de los mujtahids más ilustres y, en concreto, las que impartía el Shaykh Murtaḍáy-i-Anṣárí, donde obtuvo el grado de mujtahid. Al volver a Irán, Nabíl pasó un tiempo en Bagdad, donde se encontró con Bahá’u’lláh. El propio Nabíl ha escrito acerca de cómo al principio no era capaz de ver el rango de Bahá’u’lláh y siempre destacaba en las reuniones de los bábíes pronunciando un discurso hasta que un día Bahá’u’lláh empezó a desarrollar un tema y resolvió un asunto de una forma que hizo que Nabíl se diera cuenta de su propia ignorancia.

Al volver a su pueblo natal, Nabíl empezó a enseñar la Fe. Pese a que al principio le recibieron con gran honor y distinción, cada vez empezó a haber más oposición. Finalmente fue arrestado y, tras un período de encarcelamiento en Bírjand, le mandaron a Mashhad. El Gobernador de allí, Sulṭán-Murád Mírzá, el Ḥisámu’s-Salṭanih, le liberó, pero al volver a Qá’in volvieron a arrestarle y le llevaron a Teherán en 1869. Los ulema de Teherán conspiraron para matar a Nabíl y éste tuvo que huir. Desde allí se dirigió a San Juan de Acre donde permaneció poco tiempo antes de recibir instrucciones de Bahá’u’lláh de volver a Irán a enseñar la Fe. Nabíl viajó por todo Irán y pronto las autoridades empezaron a buscarle por ser creyente. Finalmente le arrestaron en Sabzivár pero Nabíl impresionó tanto al Gobernador de ese pueblo que permitió que se escapara a ‘Ishqábád. Desde allí se dirigió con Mírzá Abu’l-Faḍl a Bujara donde Nabíl enfermó y murió el 6 de julio de 1892.

‘Abdu’l-Bahá le nombró Mano de la Causa de Dios, el Guardián de la Fe lo incluyó entre los Apóstoles de Bahá’u’lláh y la Tabla de la Sabiduría (Lawḥ-i-Ḥikmat) fue dirigida a él. En palabras de ‘Abdu’l-Bahá: “[...] porque fue firme en esta santa Fe, porque guió a las almas, sirvió a esta Causa y extendió su fama, Nabíl, esa estrella, brillará para siempre en el horizonte de luz eterna.”


Capítulo 9 de "Bahá'is ilustres en la época de Bahá'u'll´ah"

Quddús parte V

En esa época, esta nueva Fe estaba extendiéndose muy rápidamente. Entonces desde Mah-Ku llegó un mensaje, que el mismo Báb enviaba. En él, se pedía a los Bábís que se diese una gran reunión en la ciudad de Khurasán. Como el Báb estaba confinado en Mah-Ku, y Quddús era el guía, era indispensable que él estuviese presente allí. En dicha reunión, Quddús llamó a todos los Bábís, y les dijo las siguientes palabras:

“De ahora en adelante, tomad a Mullá Husayn como vuestro guía, y obedeced hasta la última frase lo que éste diga, porque pronto llegarán grandes pruebas que tendréis que superar, y obedeciendo a Mullá Husayn, estaréis resguardados de dichas pruebas”.

Con estas palabras, Quddús se despidió de sus compatriotas, y puso rumbo a Badasht. Cuando se dirigía a Badasht, se encontró con Bahá’u’lláh, y retomaron juntos el camino hasta allí. Era principios de verano, y Bahá’u’lláh alquiló tres chalets con jardines alrededor, uno para Quddús, otro para Táhirih (la única mujer que fue Letra del Viviente), y otro tercero para Él mismo.

En esta conferencia se congregaron 81 Bábís, y tuvo 22 días de duración. El propósito de esta conferencia era el separarse de las leyes y costumbres antiguas. Esto era una gran prueba para los Bábís, porque debían de dejar de lado tajantemente sus costumbres, y así probar la obediencia que tenían. Esta reunión fue propuesta por el Báb, y aún nadie conocía la posición de Bahá’u’lláh, sino que todos veían a Quddús como guía, por lo que otro de los propósitos de esta conferencia era el de exaltar la posición de Bahá’u’lláh. Una de las maneras que utilizaron era que cada mañana se entonaba una tabla escrita por el propio Bahá’u’lláh. En estas tablas, a cada uno de los presentes se les puso un sobrenombre: a Muhammad ‘Alí se le puso el sobrenombre de Quddús, a Fátimih Baraghání le puso el de Táhirih, y Él mismo se puso el de Bahá, así como el Báb le denominó. Cada día, una de las costumbres era eliminada. Cuando la gente vio que Táhirih, como mujer, no llevaba a cabo algunas de las antiguas costumbres, la denunciaron a el Báb.

Quddús parte IV

Mullá Husayn viajó a Barfourush, y tuvo un encuentro con Quddús, y le dio la noticia de que venía de estar en la presencia de el Báb, en Mah-Ku, sitio donde Éste estuvo encarcelado. Quddús se puso muy feliz, y abrazó fuertemente a Mullá Husayn, y en su honor invitó a los altos cargos de la ciudad, para tener un banquete, colocando a Mullá Husayn en lo alto del banquete, y sentándose él a sus pies. Cuando el banquete finalizó, Quddús le preguntó a Mullá Husayn por las noticias que traía desde Mah-ku, y éste dijo que Su amado no le había dado ninguna instrucción sobre cómo enseñar ni nada, solo le dijo que cuando llegase a Mazindarán (donde Barfourush es pueblo), encontraría un gran tesoro, y a partir de ahí ya sabría lo que hacer.

Cuando Quddús supo que Mullá Husayn buscaba un tesoro, cogió un libro escrito a mano por el Báb, y se lo entregó a Mulla Husayn, pidiéndole que leyese alguno de esos pasajes. Cuando Mullá Husayn leyó una sola página, se dio cuenta del poder que había recaído sobre Quddús, y supo que el tesoro que buscaba era Quddús. Tras eso le hizo una reverencia, y a partir de entonces, supo que debía obedecer todo lo que dijese Quddús, porque el Báb había dado un poder inmenso a este joven. En otro banquete, los altos cargos de la ciudad se percataron de que ahora el que se encontraba presidiendo el banquete era Quddús, y Mullá Husayn estaba a sus pies, haciendo reverencias continuamente.

A los días, Quddús le pidió a Mullá Husayn que marchase a Mashad, y que construyese una casa, invitando a todo el mundo a su casa, y hablando con ellos sobre la nueva Fe que tenía. Mullá Husayn partió, y construyó la casa rápidamente. A esa casa la llamó Bábíyéh. En cuanto Quddús supo de la finalización de la casa, marchó a Mashad, y no se separó de su presencia hasta su muerte. El método de enseñar la Fe que ambos tenían era que Mullah Husayn salía a la calle, y traía a la gente a Bábíyeh, y allí Quddús enseñaba la Fe a dichas personas. Mashad sufrió un gran cambio, de la noche a la mañana. Tantas personas aceptaron la Fe, que el Gobierno no fue capaz de controlarlo.

Quddús parte III

Con estas palabras, el Báb se despidió de Quddús, y le dio cierto número de tablas para que las entregase a su tío mayor, quien le cuidó durante su niñez, y le pidió que visitase a Su mujer y a Su madre, haciéndole llegar Sus saludos y Su cariño. Quddús partió acto seguido, encontrándose con el tío de el Báb, Hájí Mírzá Siyyid ‘Alí, en Shiraz, y con mucho amor, éste le llevó a su casa. El tío de el Báb dijo que había oído ciertas noticias sobre la importancia de su sobrino, pero dijo que no tenía claro Su posición, y tras hablar con Quddús, éste aceptó la Fe de su sobrino. Hájí Mírzá Siyyid ‘Alí fue la primera persona en Shiraz que aceptó la Fe de el Báb después de las Letras del Viviente.

Hájí Mírzá Siyyid ‘Alí era un comerciante de gran rango en Shiraz, pero tras conocer la Fe de su sobrino, se despojó de todo esto, y comenzó a enseñar la Fe fervientemente, perdiendo la vida en Teherán (Hájí Mírzá Siyyid ‘Alí es uno de los 7 mártires de Teherán).Otro de las personas con gran renombre de Shiraz que aceptó la Fe de el Báb, fue Mullá Sadiq.

Tras un tiempo en la ciudad, el gobernante de la ciudad mandó arrestar a Quddús y a Mullá Sadiq. Ordenó que despojaran los ropajes de Mullá Sadiq, y que golpeasen mediante el bastinado 1000 veces sus pies. Ordenó que quemasen sus barbas, y perforándoles el tabique nasal, colgasen una argolla, y los paseasen por la ciudad como ejemplo para los demás. Entonces les invitaron a marcharse de la ciudad, con la condición de que si volvían a esta serían ejecutados.

Quddús partió a Kirmán (Irán), y se citó con Hájí Siyyid Javád, quien se hizo Bábí al instante. Siguió residiendo allí un tiempo, sirviendo la Fe incansablemente. Tras un tiempo viajó hasta Teherán, llegando a la presencia de Bahá’u’lláh, tras lo cual fue a su casa, a Barfourush.

Allí estuvo con su madrastra. Ella quería por todos los medios que éste se casase, pero tenía miedo de no poder ver ese día, y fallecer antes. Entonces, en su insistencia, Quddús terminó por decir que todavía no había llegado el momento de su boda, pero dijo que si un día se casaba, le gustaría que fuese en la plaza central de su ciudad natal. Su madrastra no entendió nada de esto, hasta que a los 3 años de decir eso, Quddús fue ejecutado en dicha plaza.

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Quddús parte II

Cuando Mulla Husayn arribó de su viaje (El Báb le había dicho que fuese a la presencia de Bahá’u’lláh, y le entregase una Tabla especialmente escrita para Él), y dijo que Bahá’u’lláh había aceptado el mensaje de el Báb. Quddús relata que: “Entonces vi como el rostro de mi amado cambiaba de forma, adoptando una postura de tranquilidad, esperanza, y felicidad”.

Entonces el Báb le dijo a Quddús que irían de peregrinaje los dos juntos, junto a su sirviente, un hombre etíope. Uniéndose a una caravana musulmana que iba a la Meca para ser Hájís, (Hájí es toda aquella persona que va de peregrinaje a la Meca, dando las respectivas vueltas al Qiblih) salieron de Shiraz, y pasaron por Bushir, sitio en el que el tío de el Báb poseía un gran comercio, y desde el puerto de dicha ciudad, se montaron sobre un bote, partiendo hacia la Meca. Este viaje duró dos meses, viaje en que todos enfermaron, pero ni el Báb ni Quddus dieron importancia a tal cosa, ni prestaron atención a las malas condiciones del clima, y así como el Báb revelaba, Quddus tomaba nota.

Una vez llegaron a Irak, el Báb se vistió con los ropajes dignos del peregrinaje (sabrán que todo aquel que marcha de peregrinaje debe llevar ciertos ropajes), y montándose en un camello, prosiguieron su viaje. Y por más que el propio Báb rogó a Quddús que se montara sobre otro camello, este se negó, diciendo que él prefería tomar las riendas de Su camello, y guiarle por todo el trayecto.

Tras arribar a la Meca, el Báb le encomendó a Quddús un trabajo muy importante. Éste debía entregar una carta muy importante al Sheriff de la Meca. En esta carta, el Báb le decía al Sheriff que Él era el mensajero de Dios para ésta época, y le invitaba a que aceptase su Fe. Quddús hizo llegar tal mensaje a su destinatario, pero éste dijo no tener tiempo para leerla la carta, y dijo que después la leería. Varios días más tarde Quddús fue a ver si éste había recibido su mensaje, pero otra vez el Sheriff dijo que estaba muy ocupado y no había tenido tiempo de leerla.

El Báb y Quddús, partieron hacia Medina, y partieron de nuevo hacia Bushir. Este peregrinaje tardó nueve meses, y todo este tiempo, Quddús permaneció a Su lado. Cuando arribaron a Bushir, el Báb llamó a Quddús, y le dijo “Tu viaje junto a mí ha finalizado, y la hora de nuestra separación ha llegado. Nuestro próximo encuentro será ya en la otra vida. El destino te llevará a sufrir muchas penalidades y un mar de dificultades caerá sobre ti, incluso yo caeré en ese mar, pero sé feliz porque tú llevarás el estandarte del ejército de Dios, y serás martirizado. En un futuro, sufrirás mucho por estas calles de Shiraz, pero permanecerás con vida, porque el ejército de Dios te ayudará, y tu valentía llegará a oídos de toda la humanidad”.

Quddús parte I

Es bien sabido que Mulla Husayn fue el primer creyente de el Báb, al que reconoció el día 23 de mayo de 1844, pero la persona a la que el Báb tenía más aprecio era Mirza Muhammad ‘Alí (Quddús).

Quddus nació en Barforoush (ahora babol), que se encuentra al norte de Irán, y era Siyyid, es decir, descendiente de Mahoma. Quddus, cuando era pequeño, perdió a su madre, y durante su adolescencia, en Mashad (Irán), perdió a su padre. La persona que quedo a su cargo fue la mujer de su padre, mujer con la que se había casado tras el fallecimiento de su esposa. Ésta tenía un gran aprecio por este chico, porque decía que era muy generoso, listo, y ágil.

A sus 18 años, escuchó que Siyyid Kázim impartía unas clases en Karbilá, y sin dudarlo, marchó decidido a recibir dichas clases. Cuando arribó a esas clases, Siyyid Kázim estaba hablando sobre que pronto llegaría la persona que el Corán profetizaba, y dijo que él no estaría vivo cuando llegase ese día.

Entre todos los alumnos que asistían a estas clases, Quddús era un chico muy distinguido, y su maestro o miraba con ojos especiales, aunque no lo hacía saber a los demás alumnos. Durante las clases, éste, callado y humilde, se colocaba en la parte más cercana a la puerta, y al terminar las clases era el primero en marcharse. Siyyid Kázim, aunque no decía su nombre, agregaba que entre todos los alumnos allí presentes había uno que sería especialmente importante, y que todos debían de seguirle.

Una vez finalizado el seminario, todos los alumnos se repartieron a lo largo y ancho de Irán, con la ardua meta de encontrar al Prometido. Un grupo de ellos, entre los que estaban Quddús y Mullá Husayn, marchó a Shiraz. Cuando arribaron, Quddús notó que Mullá Husayn era el centro de atención de todo el mundo, y decidió separarse del grupo para encontrarse más tranquilo, y así poder encontrar al Prometido de todas las Épocas.

Mullá Husayn fue el primero en reunirse con Él, y él mismo cuenta que lo que más le costó de todo fue no poder decirle a nadie que sabía quién era el Prometido, y que había estado en Su presencia.

Cuando Quddús reconoció a el Báb, tan solo tenía 22 años. Aún con edad tan temprana, Quddús sufría mucho por ser incapaz de encontrar a su Amado. Un día, por las calles de Shiraz, se encontró con su viejo amigo Mullá Husayn, al que rogó que por favor le dijese si conocía al Prometido. Entonces vio que delante de ellos caminaba con excelencia una persona, y en voz alta gritó: “¿por qué me lo has estado escondiendo durante tanto tiempo? ¿Cómo te has atrevido? ¿Por qué no me has dicho que era Él (dijo señalando al Báb)? Le reconozco, sé que es Él, lo reconocería entre todas las personas del mundo”. Al oír esto, Mullá Husayn quedó impresionado, rápidamente se acerco al hombre que tenían delante (el Báb), y le dijo las cosas que Quddús había agregado, a lo que el Báb, muy calmado, contestó: “Tranquilo, ya habíamos hablado desde el otro mundo”, y le apremió a que invitase a Quddús a Su presencia.

Una vez que las dieciocho Letras del Viviente fueron establecidas, el Báb les llamó, y a cada uno les encomendó una responsabilidad, mandándoles a distintas ciudades para que proclamasen el mensaje que habían recibido. Tan solo fue Quddus el que se quedó junto a el Báb.

Ismu'lláhu'l-Asdaq

Ismu'lláhu'l-Asdaq fue en verdad un sirviente del Señor desde el comienzo de su vida hasta su último aliento. Siendo joven, se unió al círculo del difunto Siyyid Kázim y se convirtió en uno de sus discípulos. Era conocido en Persia por su vida de pureza, llegando a hacerse famoso como Mullá Sádiq, el santo. Era un individuo bendito, un hombre versado, instruido y muy respetado. La gente de Khurásán le tenía gran aprecio, pues era un gran erudito y uno de los más renombrados entre aquellos únicos e incomparables teólogos. Como maestro de la Fe, hablaba con tal elocuencia, con tan extraordinario poder, que conquistaba a sus oyentes con gran facilidad.

Tras haber venido a Baghdád y alcanzado la presencia de Bahá'u'lláh, se encontraba un día sentado en el patio de los aposentos de los hombres, junto al jardín pequeño. Yo estaba en una de las habitaciones que estaban justo encima y que daban al patio. En ese momento llegó a la casa un príncipe persa, nieto de Fath-'Alí Sháh. El príncipe le dijo: "¿Quién es usted?" Ismu'lláh respondió: "Soy un siervo de este Umbral. Soy uno de los guardianes de esta puerta." Y mientras yo escuchaba desde arriba, empezó a enseñar la Fe. El príncipe, al comienzo se opuso violentamente, mas, sin embargo, en un cuarto de hora, pausada y benignamente, Jináb-i-Ismu'lláh le había sosegado. Después de que el príncipe hubiera negado tan enconadamente lo que se decía, y su rostro hubiera reflejado tan claramente su furia, ahora su ira se convirtió en sonrisas y expresó la mayor satisfacción por haber encontrado a Ismu'lláh y escuchado lo que quería decirle.

Siempre enseñaba alegremente y con regocijo, y respondía amablemente y con buen humor, sin importar con cuán vehemente cólera pudiera volverse contra él aquel con quien hablaba. Su manera de enseñar era excelente. Era verdaderamente Ismu'lláh, el Nombre de Dios, no por su fama, sino porque era un alma escogida.

Ismu'lláh había memorizado gran número de tradiciones islámicas y había llegado a dominar las enseñanzas de Shaykh Ahmad y Siyyid Kázim. Se convirtió en creyente en Shíráz, en los primeros días de la Fe, y muy pronto esto fue de dominio público. Y como empezó a enseñar abierta y osadamente, le pusieron un ronzal y le llevaron por las calles y bazares de la ciudad. Aun en esa condición, sereno y sonriente, continuó hablando a la gente. No se rindió; no fue silenciado. Cuando le liberaron partió de Shíráz y fue a Khurásán, y allí también empezó a difundir la Fe, después de lo cual siguió el viaje, en compañía de Bábu'l-Báb, hasta Fuerte Tabarsí. Aquí soportó intensos sufrimientos como miembro de aquel grupo de víctimas sacrificadas. Le cogieron prisionero en el Fuerte y le entregaron a manos de los jefes de Mázindarán, para llevarle de un lado a otro y finalmente matarle en cierto distrito de esa provincia. Cuando trajeron a Ismu'lláh, encadenado al lugar designado, Dios inspiró en el corazón de un hombre que le liberara de la prisión en medio de la noche y le guiara hasta un lugar donde estuviera seguro. En medio de todas estas pruebas agonizantes, él permaneció firme en su fe.

Pensad, por ejemplo, cómo el enemigo había cercado completamente el Fuerte y lanzaba sin parar balas de cañón con sus armas de asedio. Los creyentes, entre ellos Ismu'lláh, pasaron dieciocho días sin comida. Vivían del cuero de sus zapatos. También esto acabó consumiéndose pronto, y no les quedó ya nada más que agua. Bebían un trago cada mañana, y yacían famélicos y exhaustos en el Fuerte. Cuando eran atacados, sin embargo, se ponían en pie al instante y manifestaban frente al enemigo un valor magnífico y una resistencia asombrosa, y hacían retroceder y alejarse al ejército de sus murallas. El hambre duró dieciocho días. Fue una experiencia terrible. Para empezar, se encontraban lejos de casa, rodeados y aislados por el enemigo; además, estaban muriendo de hambre; y luego estaban las súbitas acometidas del enemigo y las bombas que llovían y estallaban en el corazón mismo del Fuerte. Bajo tales circunstancias, mantener una fe y una paciencia inquebrantables es extremadamente difícil, y soportar aflicciones tan atroces, un raro fenómeno.

Ismu'lláh no flaqueaba ante las dificultades. Una vez liberado, enseñó más abiertamente que nunca. Mientras estaba despierto, cada soplo de aire que tomaba era para llamar a la gente al Reino de Dios. En 'Iráq alcanzó la presencia de Bahá'u'lláh, y también en la Más Grande Prisión, recibiendo de Él gracia y favor.

Era como un mar encrespado, un halcón que se remonta a las alturas. Su faz brillaba, su lengua era elocuente, su fortaleza y constancia desconcertantes. Cuando abría la boca para enseñar, las pruebas salían una tras otra; cuando cantaba o decía oraciones, sus ojos vertían lágrimas como una nube de primavera. Su rostro era luminoso; su vida espiritual, su conocimiento, a la vez adquirido e innato; y era celestial su ardor, su desapego del mundo, su rectitud, su piedad y temor de Dios.

La tumba de Ismu'lláh está en Hamadán. Muchas tablas fueron reveladas para él por la Pluma Suprema de Bahá'u'lláh, entre ellas una Tabla de Visitación especial tras su fallecimiento. Fue un gran personaje, perfecto en todas las cosas.

Los Seres Benditos como él ya han dejado este mundo. Gracias a Dios, no se quedaron para presenciar las agonías que siguieron a la ascensión de Bahá'u'lláh, las intensas aflicciones; pues montañas firmemente asentadas se agitarán y temblarán a causa de ellas, y los montes encumbrados se inclinarán.

Él fue verdaderamente Ismu'lláh, el Nombre de Dios. Afortunado es el que circunde esa tumba, quien se bendiga con el polvo de ese sepulcro. Sobre él sean salutaciones gy alabanzas en el Reino de Abhá.


fuente: A los que fueron fieles. Pág 21

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