Dos sucesos extraordinarios acecidos sobre Mírzá Ja'far

Estos dos textos que se relatan a continuación, han sido extraídos de las fuentes al final indicadas, y ambas estan incluídas en el libro la Revelación de Bahá'u'lláh, Vol. I.

El señor Adib Taherzadeh, dice al respecto, que "éste y otros episodios similares no deben considerarse milagros o pruebas de la autenticidad del Mensaje de Bahá'u'lláh, Quien desaprueba la atribución de milagros a Su persona, pues ello degradaría la posición de la Manifestación de Dios."

Cuenta 'Abdu'l-Bahá sobre Mírzá Ja'far:

"La Prisión era para él un jardín de rosas, y su celda, estrecha, un lugar amplio y fragante. En la época en que estábamos en la prisión cayó peligrosamente enfermo y tuvo que guardar cama. Sufrió muchas complicaciones, hasta que finalmente el médico lo desahució y dio por terminadas sus visitas. Entonces aquel hombre enfermo exhaló su último aliento. Mírzá Áqá Ján corrió hasta Bahá'u'lláh con la noticia de la muerte. El paciente no sólo había dejado de respirar, sino que su cuerpo ya no respondía. Su familia estaba congregada a su alrededor, lamentándose y derramando amargas lágrimas. La Bendita Belleza dijo: "Id; entonad la oración de Yá Sháfí -Oh Tú, el Sanador- y Mírzá Ja'far volverá a la vida. Muy rápidamente se encontrará tan bien como nunca." Llegué hasta su lecho. Su cuerpo estaba frío y todas las señales de la muerte estaban presentes. Lentamente empezó a moverse; en seguida fue capaz de mover brazos y piernas, y antes de que pasara una hora levantó la cabeza, se incorporó y se puso a reír y a contar bromas.

Después de aquello vivió mucho tiempo ocupado, como siempre, en servir a los amigos. Prestar su servicio era para él un motivo de orgullo: él era para todos siervo. Era siempre modesto y humilde, siempre con Dios presente en su mente, y lleno de esperanza y fe en el grado más alto. Finalmente, estando en la Más Grande Prisión, abandonó esta vida terrenal y emprendió vuelo hacia la otra vida."*


Años más tarde Mírzá Ja'far volvió a protagonizar un incidente similar: Hájí Muhammad-Táhir-i-Málmiri estaba presente en aquella ocasión. Lo que sigue es la traducción del pasaje correspondiente de sus memorias:

"Cuando Bahá'u'lláh se alojaba en la Mansión de Mazra'ih. Mírzá Ja'far, uno de los siervos de la casa, tenía la costumbre de dejar una jarra de agua fuera del dormitorio de la Antigua Belleza, situado en la planta superior de la Mansión. Esto lo hacía por si acaso necesitaba agua durante la noche. La Mansión disponía de una gran balconada que la Antigua Belleza solía recorrer de cabo a cabo. Una noche, aproximadamente cuatro horas tras la puesta de sol, Mírzá Ja'far subía como de costumbre la jarra de agua cuando, debido a la apretada oscuridad de esa noche, dio un mal paso y él y la jarra se precipitaron desde el alero hasta el jardín. Como aquel rincón no tenía uso, nadie solía reparar en él.

Por la mañana temprano Mírzá Ja'far solía ordeñar las vacas para luego atender a otras faenas. Esa mañana no había rastro alguno de su persona. Los amigos escudriñaron todos los lados sin dar con su paradero. Finalmente tuvieron que ordeñar las vacas, traer la leche a la casa y llevar a cabo otros deberes de Mírzá Ja'far; Ese mismo día, unas tres horas después de la salida del sol, la Bendita Belleza se dispuso a recorrer la balconada. Acudió derechamente al punto de donce Mírzá Ja'far se había caído. Le llamó por su nombre y Mírzá Ja'far se levantó presto, recogió la jarra vacía y salió del jardín incólume. Siempre que los amigos pedían a Mírzá Ja'far que les relatara lo sucedido, decía: "Nada más caer, jarra en mano, desde la planta superior perdí la conciencia. Sólo cuando la Antigua Belleza pronunció mi nombre recobré el sentido"**


* Pág 165 de A los que fueron fieles

** Pág 38o de la Revelación de Bahá'u'lláh Vol. I



“la primera aflicción en recaer sobre un discípulo del Báb desde que declarase Su misión”

Este pequeño documento relata "la primera aflicción en recaer sobre un discípulo del Báb desde que declarase Su misión". Este acaeció sobre Mullá 'Alíy-i-Bastámí, una de Las Letras del Viviente.

Espero que les guste.


El Báb convocó a Su presencia a Mullá 'Alíy-i-Bastámí, dedicándole palabras de ánimo y amoroso afecto. Le instruyó para que se dirigiera directamente a Najaf y Karbilá; aludió a las severas pruebas y aflicciones que le acaecerían, y le instó a que fuera constante hasta el fin. "Vuestra fe", le dijo, "debe ser inamovible como una roca, debe sortear toda tormenta y sobrevivir a cualquier calamidad. No consintáis que os aflijan u os desvíen de vuestra meta ni las denuncias de los necios ni las calumnias del clero. Habéis sido llamados a participar del festín celestial dispuesto para vos en el Reino inmortal. Sois el primero en abandonar la Casa de Dios y en sufrir por amor a Él. Si fuerais sacrificado en Su sendero, recordad que grande en verdad será vuestra recompensa y apreciable el regalo que os será conferido". Apenas habían sido pronunciadas estas palabras cuando Mullá 'Alí, puesto en pie, emprendió su misión. Hallándose muy cerca de Shíráz, le dio alcance un joven quien, abalanzándose sobre él todo excitado le pidió que le permitiera tener unas palabras. Su nombre era 'Abdu'l-Vahháb. "Os ruego", le encareció a Mullá 'Alí entre sollozos, "que me permitáis que os acompañe en vuestro camino. Las perplejidades oprimen mi corazón; os suplico que guiéis mis pasos por el camino de la Verdad. Ayer noche oí en sueños que el pregonero anunciaba por las calles del mercado de Shíráz la aparición del Imám 'Alí, el Comandante de los Fieles. Llamó a la multitud diciendo: 'Id a buscarle. Ved que está salvando del fuego las concesiones de libertad para distribuirlas entre las gentes. Apresuraos hacia él, pues quienquiera que las reciba de sus manos verá condonada su pena, y quienquiera que no las tenga quedará privado de las bendiciones del Paraíso'. Tan pronto como escuché la voz del pregonero, me alcé y, abandonando mi tienda, crucé la calle del mercado Vakíl hasta el lugar donde mis ojos repararon en vos, que de pie distribuíais aquellas mismas licencias entre las gentes. A cualquiera que se aproximaba para recibirlas de vuestras manos, vos le susurrabais al oído unas pocas palabras que al instante le hacían huir despavorido y exclamar: '¡La desgracia sea sobre mí, pues he sido privado de las bendiciones de 'Alí y su estirpe! ¡Ah, pobre de mí, pues me cuento ahora entre los caídos y proscritos!' Tras despertarme del sueño, inmerso en un océano de pensamientos, acudí a la tienda. Súbitamente os vi pasar, acompañado de un hombre tocado con turbante y que conversaba con vos. Impulsado por un poder que no podía refrenar, raudo me levanté del asiento para daros alcance. Para total aturdimiento mío os hallé de pie, en el mismo sitio que había presenciado en sueños, ocupado en recitar tradiciones y versículos. Me hice a un lado y desde lejos continúe observando sin ser visto, en ningún momento, por vos o por vuestro amigo. Escuché que el hombre con el que platicabais protestaba con vehemencia: '¡Es más fácil que yo sea devorado por las llamas del infierno antes que reconocer la verdad de vuestras palabras, el peso de las cuales ni siquiera las montañas son capaces de sostener!' A este rechazo despectivo devolvisteis la siguiente respuesta: 'Aunque todo el universo repudiase Su verdad, nunca empañaría la pureza inmaculada de Su túnica de grandeza'. Saliendo de allí, os dirigisteis hacia el portal de Kázirán. Continué siguiéndoos hasta dar con vos en este lugar". Mullá 'Alí intentó apaciguar su turbado corazón y persuadirle de que regresara a la tienda para reemprender sus tareas diarias. "Vuestra compañía a mi lado", le instó, "ha de acarrearme problemas. Volved a Shíráz y quedad tranquilo, pues sois contado entre el pueblo de la salvación. Lejos de la justicia de Dios el retirar de un buscador tan ardiente y devoto la copa de Su gracia, o privar a un alma tan sedienta del ondeante océano de Su Revelación". De nada sirvieron las palabras de Mullá 'Alí. Cuanto mayor era su insistencia en que 'Abdu'l-Vahháb regresara, tanto mayores eran sus lamentos y sollozos. Mullá 'Alí al final se vio obligado a doblegarse a sus deseos, resignándose a la voluntad de Dios. Repetidas veces ha podido escuchársele a Hájí 'Abdu'l- Majíd, el padre de 'Abdu'l-Vahháb, el relato de esta historia con los ojos bañados en lágrimas: "¡Cuán hondamente lamento el acto que perpetré! Rogad a Dios que me conceda la remisión de mi pecado. Era yo uno de los favorecidos en la corte de los hijos del Farmán-Farmá, el gobernador de la provincia de Fárs. Era tal mi condición que nadie osaba contradecirme o hacerme daño. Nadie ponía en duda mi autoridad o se aventuraba a interferir en mi libertad. Nada más enterarme de oídas de que mi hijo 'Abdu'l-Vahháb había dejado la tienda para abandonar la ciudad, salí derecho al portal de Kázirán para llegar donde él. Blandiendo un bastón con el que me proponía darle una paliza, pregunté por el camino que había seguido. Se me dijo que un hombre tocado con un turbante acababa de cruzar la calle y que mi hijo había sido visto tras él. Al parecer, se habían puesto de acuerdo para salir juntos de la ciudad, lo cual provocó mi ira e indignación. ¿Cómo podría yo tolerar –pensé para mí– un comportamiento tan impropio por parte de mi hijo, disfrutando yo de un puesto tan privilegiado en la corte de los hijos del Farmán-Farmá? Creía que nada que no fuera un severo castigo podría limpiar los efectos del desgraciado proceder de mi hijo. "Proseguí la búsqueda hasta dar con ellos. Presa de una furia salvaje, infligí sobre Mullá 'Alí heridas inenarrables. Mas a los golpes que descargaba sobre su persona, él, con extraordinaria serenidad, dio esta respuesta: 'Detened vuestra mano, oh 'Abdu'l-Majíd, pues el ojo de Dios os observa. A Él tomo por testigo de que en modo alguno soy responsable de la conducta de vuestro hijo. No importan las torturas a que me sometáis, pues estoy preparado para las más penosas aflicciones en el sendero que he escogido seguir. Vuestras heridas, comparadas con lo que me depara el futuro, no son sino una gota frente al océano. En verdad os digo, sobreviviréis a mi muerte, y llegaréis a reconocer mi inocencia. Grande entonces será vuestro remordimiento y profundo vuestro pesar'. Mofándome de sus observaciones y haciendo oídos sordos a su llamamiento, seguí golpeándole hasta que caí exhausto. Aguantó con heroico silencio el inmerecido castigo que le propiné. Finalmente ordené a mi hijo que me siguiera, y dejé a Mullá 'Alí librado a su suerte". "De vuelta a Shíráz, mi hijo me relató el sueño que había tenido. Gradualmente un sentimiento de profunda pena se apoderó de mí. La inocencia intachable de Mullá 'Alí quedaba patente ante mis ojos, y el recuerdo de la crueldad a que le había sometido continuó perviviendo en mi alma largo tiempo. Todavía duraba la amargura de mi corazón cuando me vi obligado a mudar de residencia de Shíráz a Bagdad. De Bagdad volvía a trasladarme a Kázimayn, en donde 'Abdu'l-Vahháb estableció su negocio. En su joven rostro se fraguaba un extraño misterio. Parecía ocultarme un secreto que había transformado su vida. Y cuando, en 1267 dH

viajó Bahá'u'lláh a Iraq y visitó Kázimayn, 'Abdu'l-Vahháb cayó inmediatamente rendido al conjuro de Su encanto, prometiéndole devoción incondicional. Años después, cuando mi hijo había sufrido ya martirio en Teherán y Bahá'u'lláh estaba exiliado en Bagdad, Él, con infinita amabilidad y misericordia, me despertó del sueño de la negligencia y me enseñó el mensaje del Nuevo Día, limpiando con las aguas del perdón divino la mancha de aquel acto cruel".


Este episodio constituyó la primera aflicción en recaer sobre un discípulo del Báb desde que declarase Su misión.


Este documento ha sido escogido del libro Los Rompedores del Alba, páginas 240 a 244

Uno de los intentos de asesinato hacia Bahá'u'lláh

Shoghi Effendi describe así algunas de las actividades de Mírzá Buzurg Khán [cónsul general persa de Bagdad, que al poco de establecerse allí, se alió con Shaykh ‘Abdu’l-Husayn-i-Tihráni, para erradicar la causa y erradicar a Bahá'u'lláh]:

Por su parte, Mírzá Buzurg Khán se valió de su influencia para caldear los ánimos. A este fin incitó a que los elementos más viles del pueblo descargases sus afrentas contra Él [Bahá’u’lláh], en la esperanza de provocar alguna reacción precipitada de represalia que pudiese dar pie a falsas denuncias con las que procurarse la deseada orden de extradición contra Su común Adversario. El intento fue asimismo en vano, pues Bahá'u'lláh, desoyendo las advertencias y ruegos de Sus amigos, seguía paseándose sin escolta, de día o de noche, por las calles de la ciudad, hecho que bastaba para sumir en un estado de vergüenza y consternación a quienquiera que pretendía acercárseles, daba pábulo a sus intenciones, bromeaba con ellos para acto seguido dejarlos sumidos en la confusión y firmemente resueltos a abandonar cualquier plan que tuvieran en mente. El cónsul general llegó al extremo de contratar la suma de cien tumanes a un rufián, un turco llamado Ridá, a quien le proporcionó una montura y dos pistolas, con órdenes de tender una celada y matar a Bahá'u'lláh al amparo de las plenas promesas de seguridad que le ofrecía. Al saber cierto día que su presunta víctima se hallaba en el baño público, Ridá burló la vigilancia de los bábíes que atendían a Bahá'u'lláh, entró al baño con una pistola escondida bajo su capa y se encaró ante Bahá'u'lláh en el recinto interior sólo para descubrir que le faltaban arrestos para rematar la tarea. El propio Ridá relataba años más tarde cómo en otra ocasión, estando al acecho, pistola en mano, se sintió tan sobrecogido de temor al ver que Bahá'u'lláh se le acercaba que la pistola se le cayó de la mano; visto lo cual, Bahá'u'lláh pidió a Áqáy-i-Kalím, Su acompañante, que le devolviese el arma y le indicase el camino de vuelta a casa.

Extracto obtenido del libro Dios pasa, pág 135, de Shoghi Effendi.

'Abdu'l-Ghaffár de Isfáhán

'Abdu'l-Ghaffár de Isfáhán es uno de los que dejaron su tierra natal para convertirse en vecinos de ‘Abdu’l-Bahá y compañero suyo de prisión .Era un individuo altamente perspicaz que, por asuntos comerciales, había viajado por Asia Menor durante muchos años. Hizo un viaje a 'Iráq, donde Áqá Muhammad-'Alí de Sád (Isfáhán) le condujo bajo el cobijo de la Fe. En seguida se deshizo del vendaje de las ilusiones que había cegado sus ojos anteriormente, y se alzó volando hacia la salvación en el Cielo del amor divino. En su caso, el velo había sido delgado, casi transparente, y por este motivo, en cuanto se le comunicaron las primeras palabras, fue liberado inmediatamente del mundo de las imaginaciones ociosas y se aferró a Aquel que puede verse claramente.

En el trayecto de 'Iráq a la Gran Ciudad, Constantinopla, 'Abdu'l-Ghaffár fue un compañero íntimo y agradable. Sirvió de intérprete a todo el grupo, pues hablaba excelente turco, un idioma en el que ninguno de los amigos era diestro. El viaje llegó pacíficamente a su fin y entonces, en la Gran Ciudad, continuó siendo nuestro compañero y amigo. Lo mismo sucedió en Adrianópolis y también cuando nos acompañó a la ciudad de Haifa como uno de los prisioneros.

Aquí, los opresores tomaron la determinación de enviarle a Chipre. Él estaba aterrorizado y gritaba pidiendo ayuda, pues ansiaba estar con nosotros en la Más Grande Prisión. Cuando le llevaron por la fuerza, desde lo alto del barco se lanzó al mar. Esto no produjo ningún efecto en los brutales funcionarios. Tras sacarlo fuera del agua le retuvieron como prisionero en el barco, sujetándole cruelmente, y llevándoselo por la fuerza a Chipre. Fue encarcelado en Famagusta, pero de una manera u otra consiguió escapar y fue apresuradamente a 'Akká. Aquí, protegiéndose de la maldad de nuestros opresores, se cambió el nombre por el de 'Abdu'lláh. Arropado bajo la amorosa bondad de Bahá'u'lláh, pasó sus días tranquilo y feliz.

Pero al ponerse la Gran Luz del mundo, para brillar para siempre desde el Horizonte Más Luminoso, 'Abdu'l-Ghaffár estaba fuera de sí, presa de la angustia. Ya no tenía hogar. Partió hacia Damasco y allí pasó algún tiempo, encerrado en su tristeza, lamentándose día y noche. Fue debilitándose cada vez más. Enviamos allí a Hájí 'Abbás para que le cuidara y le diera tratamiento y atención, y para que enviara noticias de él todos los días. Pero 'Abdu'l-Ghaffár no hacía más que hablar incesantemente, en todo momento, con su cuidador y decirle cuánto anhelaba seguir su camino hacia el misterioso país del más allá. Al final, lejos de su hogar, exiliado de su Amor, partió hacia el Sagrado Umbral de Bahá'u'lláh.

Era verdaderamente un hombre abnegado y apacible; un hombre de buen carácter, buenos actos y palabras bondadosas. Saludos y alabanza sean sobre él, y la gloria del Todoglorioso. Su tumba, de suave fragancia, está en Damasco.

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