Cuenta ‘Abdu’l-Bahá que en la ciudad de Najaf había :
“Había en la ciudad de Najaf, entre los discípulos del muy conocido mujtahid Shaykh Murtaḍá, un hombre sin par ni igual. Su nombre era Áqá Muḥammad-i-Qá’iní, y más adelante recibiría de la Manifestación el título de Nabíl-i-Akbar. Esta alma eminente se convirtió en el miembro más destacado del grupo de discípulos del mujtahid. Distinguido entre todos ellos, sólo él recibió el rango de mujtahid, pues el difunto Shaykh Murtaḍá no acostumbraba conferir este título.
Sobresalía no sólo en teología sino en otras ramas del conocimiento, como las humanidades, la filosofía de los Iluminati, las enseñanzas de los místicos y de la Escuela Shaykhí. Era un hombre universal, en sí mismo una prueba convincente. Cuando sus ojos se abrieron a la luz de la guía divina e inhaló las fragancias del Cielo, se convirtió en una llama de Dios. Entonces su corazón dio un vuelco en su interior y, en un éxtasis de alegría y amor, lanzó un rugido cual leviatán de las profundidades” (‘Abdu’l-Bahá. A los que fueron fieles, p. 17)
A decir verdad, Áqá Muḥammad-i-Qá’iní, Nabíl-i-Akbar, también conocido como Fáḍil-i-Qá’iní (el Sabio de Qá’in), era un hombre muy erudito. Se ha llegado a afirmar que nadie dentro de la Fe bahá’í ha superado jamás la profundidad de su erudición. En lo que se refiere a los logros que se requieren de un mujtahid shí‘í, su nivel alcanzado fue extraordinario aunque, como es normal, tenía poco conocimiento de la erudición y la sabiduría occidentales. Por otro lado, Mírzá Abu’l-Faḍl de Gulpáygán estaba bien versado en estudios islámicos y también tenía un conocimiento amplio y global del pensamiento occidental. Esto es sólo un comentario que non tiene por objetivo difamar la eminencia intelectual de Nabíl-i-Akbar, el sabio de Qá’in.
Cuando Áqá Muḥammad de Qá’in terminó de estudiar bajo la guía de Shaykh Murtaḍáy-i-Anṣárí y obtuvo su aprobación y bendición, se mudó de Najaf a Bagdad. Allí, en la ciudad de los Abasíes, alcanzó la presencia de Bahá’u’lláh. Como el propio Áqá Muḥammad ha relatado, Bahá’u’lláh le recibió gentilmente y le preguntó sonriente y de forma informal: “¿No sabes que somos ofensores a ojos del gobierno y hemos sido expulsado? La gente también nos considera bandidos y nos rechaza. Tú eres un erudito, un mujtahid muy respetado. Quienquiera que se reúne y trata con nosotros también se convierte en sospechoso y culpable a ojos del público. ¿Dime, entonces, por qué te has atrevido a venir a nosotros, arriesgándote y despreocupándote de tu propio rango y estatus?”
Nabíl-i-Akbar nació en un pueblo, Naw-Firist, cercano a Bírjand en el distrito de Qá’in el 29 de marzo de 1829. Venía de una familia de clérigos ilustres y recibió la educación religiosa por lo que fue a Mashhad a estudiar bajo la tutela de los teólogos distinguidos de aquel pueblo. Durante su estancia se interesó por el estudio de la filosofía por lo que viajó a Sabzivár donde impartía clases Ḥájí Mullá Hádí, el filósofo persa más ilustre del siglo diecinueve. Tras cinco años de estudio, Nabíl se dirigió a las Tumbas Sagradas de Najaf y Karbilá para completar su educación. Corría el año 1852 cuando Nabíl entró en Teherán y las persecuciones de los bábíes posteriores al atentado contra la vida del Sháh estaban en su punto más álgido. Una serie de personas malintencionadas consiguieron que confundieran a Nabíl con un bábí y le arrestaran. Aunque demostró su inocencia y fue liberado, este hecho le hizo pensar y, más tarde, cuando tuvo la oportunidad, estudió los escritos del Báb y se convirtió en un creyente.
En Iraq, Nabíl asistió a las clases de los mujtahids más ilustres y, en concreto, las que impartía el Shaykh Murtaḍáy-i-Anṣárí, donde obtuvo el grado de mujtahid. Al volver a Irán, Nabíl pasó un tiempo en Bagdad, donde se encontró con Bahá’u’lláh. El propio Nabíl ha escrito acerca de cómo al principio no era capaz de ver el rango de Bahá’u’lláh y siempre destacaba en las reuniones de los bábíes pronunciando un discurso hasta que un día Bahá’u’lláh empezó a desarrollar un tema y resolvió un asunto de una forma que hizo que Nabíl se diera cuenta de su propia ignorancia.
Al volver a su pueblo natal, Nabíl empezó a enseñar la Fe. Pese a que al principio le recibieron con gran honor y distinción, cada vez empezó a haber más oposición. Finalmente fue arrestado y, tras un período de encarcelamiento en Bírjand, le mandaron a Mashhad. El Gobernador de allí, Sulṭán-Murád Mírzá, el Ḥisámu’s-Salṭanih, le liberó, pero al volver a Qá’in volvieron a arrestarle y le llevaron a Teherán en 1869. Los ulema de Teherán conspiraron para matar a Nabíl y éste tuvo que huir. Desde allí se dirigió a San Juan de Acre donde permaneció poco tiempo antes de recibir instrucciones de Bahá’u’lláh de volver a Irán a enseñar la Fe. Nabíl viajó por todo Irán y pronto las autoridades empezaron a buscarle por ser creyente. Finalmente le arrestaron en Sabzivár pero Nabíl impresionó tanto al Gobernador de ese pueblo que permitió que se escapara a ‘Ishqábád. Desde allí se dirigió con Mírzá Abu’l-Faḍl a Bujara donde Nabíl enfermó y murió el 6 de julio de 1892.
‘Abdu’l-Bahá le nombró Mano de la Causa de Dios, el Guardián de la Fe lo incluyó entre los Apóstoles de Bahá’u’lláh y la Tabla de la Sabiduría (Lawḥ-i-Ḥikmat) fue dirigida a él. En palabras de ‘Abdu’l-Bahá: “[...] porque fue firme en esta santa Fe, porque guió a las almas, sirvió a esta Causa y extendió su fama, Nabíl, esa estrella, brillará para siempre en el horizonte de luz eterna.”
Capítulo 9 de "Bahá'is ilustres en la época de Bahá'u'll´ah"
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