Es bien sabido que Mulla Husayn fue el primer creyente de el Báb, al que reconoció el día 23 de mayo de 1844, pero la persona a la que el Báb tenía más aprecio era Mirza Muhammad ‘Alí (Quddús).
Quddus nació en Barforoush (ahora babol), que se encuentra al norte de Irán, y era Siyyid, es decir, descendiente de Mahoma. Quddus, cuando era pequeño, perdió a su madre, y durante su adolescencia, en Mashad (Irán), perdió a su padre. La persona que quedo a su cargo fue la mujer de su padre, mujer con la que se había casado tras el fallecimiento de su esposa. Ésta tenía un gran aprecio por este chico, porque decía que era muy generoso, listo, y ágil.
A sus 18 años, escuchó que Siyyid Kázim impartía unas clases en Karbilá, y sin dudarlo, marchó decidido a recibir dichas clases. Cuando arribó a esas clases, Siyyid Kázim estaba hablando sobre que pronto llegaría la persona que el Corán profetizaba, y dijo que él no estaría vivo cuando llegase ese día.
Entre todos los alumnos que asistían a estas clases, Quddús era un chico muy distinguido, y su maestro o miraba con ojos especiales, aunque no lo hacía saber a los demás alumnos. Durante las clases, éste, callado y humilde, se colocaba en la parte más cercana a la puerta, y al terminar las clases era el primero en marcharse. Siyyid Kázim, aunque no decía su nombre, agregaba que entre todos los alumnos allí presentes había uno que sería especialmente importante, y que todos debían de seguirle.
Una vez finalizado el seminario, todos los alumnos se repartieron a lo largo y ancho de Irán, con la ardua meta de encontrar al Prometido. Un grupo de ellos, entre los que estaban Quddús y Mullá Husayn, marchó a Shiraz. Cuando arribaron, Quddús notó que Mullá Husayn era el centro de atención de todo el mundo, y decidió separarse del grupo para encontrarse más tranquilo, y así poder encontrar al Prometido de todas las Épocas.
Mullá Husayn fue el primero en reunirse con Él, y él mismo cuenta que lo que más le costó de todo fue no poder decirle a nadie que sabía quién era el Prometido, y que había estado en Su presencia.
Cuando Quddús reconoció a el Báb, tan solo tenía 22 años. Aún con edad tan temprana, Quddús sufría mucho por ser incapaz de encontrar a su Amado. Un día, por las calles de Shiraz, se encontró con su viejo amigo Mullá Husayn, al que rogó que por favor le dijese si conocía al Prometido. Entonces vio que delante de ellos caminaba con excelencia una persona, y en voz alta gritó: “¿por qué me lo has estado escondiendo durante tanto tiempo? ¿Cómo te has atrevido? ¿Por qué no me has dicho que era Él (dijo señalando al Báb)? Le reconozco, sé que es Él, lo reconocería entre todas las personas del mundo”. Al oír esto, Mullá Husayn quedó impresionado, rápidamente se acerco al hombre que tenían delante (el Báb), y le dijo las cosas que Quddús había agregado, a lo que el Báb, muy calmado, contestó: “Tranquilo, ya habíamos hablado desde el otro mundo”, y le apremió a que invitase a Quddús a Su presencia.
Una vez que las dieciocho Letras del Viviente fueron establecidas, el Báb les llamó, y a cada uno les encomendó una responsabilidad, mandándoles a distintas ciudades para que proclamasen el mensaje que habían recibido. Tan solo fue Quddus el que se quedó junto a el Báb.
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