Cuando Bahá’u’lláh fue encarcelado por el Gobierno persa en la cárcel de Síyáh-Chál, el Gobierno de Rusia hizo todo lo posible por establecer que Él era inocente, y tras remover cielo y tierra, Bahá’u’lláh fue puesto en libertad, pero el Gobierno le dijo al poco tiempo que tenía que marcharse de Irán, pero que podía elegir el lugar de su destierro.
Entonces, el Gobierno ruso, tan pronto como se enteró de la decisión imperial, expresó su deseo de acoger a Bahá’u’lláh, bajo la protección de su Gobierno. Bahá’u’lláh declinó tan espontánea invitación, pero les dirigió estas palabras:
“Mientras permanecía encadenado con grilletes en la prisión” declaraba años después, en la Epístola dedicada a Alejandro Nicolaevitch II, Zar de Rusia, “uno de tus ministros Me ofreció ayuda. Por lo cual Dios ha ordenado para ti una posición que no puede comprender el conocimiento de nadie, excepto Su conocimiento. Cuidado, no sea que trueques esta sublime posición. “En estos días”, se dice en otro testimonio luminoso por Su pluma, “en que este Agraviado sufría grave aflicción en prisión, el ministro del muy estimado Gobierno (de Rusia) -¡que Dios, Glorificado y Exaltado sea Él, le socorra!- desplegó los mayores esfuerzos para propiciar Mi liberación. Varias veces se concedió el permiso de excarcelación. Algunos de los ‘Ulamás de la ciudad, sin embargo, lo impidieron. Por fin, pudo lograrse Mi libertad mediante la solicitud y empeño de Su Excelencia el Ministro de Su Majestad Imperial, el Grandísimo Emperador, -¡que Dios, Exaltado y Glorificado sea Él, le auxilie!- Me extendió su protección por amor a Dios, una protección que suscitó la envidia y la enemistad de los necios de la tierra”
fuente: Dios Pasa, pág 166-167
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